LA CRUZ DE UNA MUJER

Cuando entró en el bar su aspecto acicalado ya me llamó la atención, en contraste con esa apariencia desastrosa que solía ser su carta de presentación.

Julia siempre había sido una mujer conflictiva, una mujer de malas calles y malas compañías especializada en derrochar su juventud. Aunque su rostro ajado delataba las huellas de madrugadas sin dormir, un discreto maquillaje recuperaba la pretérita imagen de una jovencita guapa y vital que todavía ayudaba alegre y afanosamente a sus padres en el puesto del mercado en la memoria de Ilus Bharmann.

En qué momento Julia comenzó a vivir esa clase de experiencias que aparentemente te hacen sentir más vivo pero en realidad la puerta que abren es la del autoexterminio, nadie lo sabe.

Lo último que supe de ella es que se hallaba ingresada en una residencia de Proyecto Hombre. ¿Dos años, tres, habían transcurrido desde la última vez que la ví?

Cabizbaja, absorta en la lectura de un documento que leía sujetándolo con una mano mientras con el otro brazo se sujetaba una cabeza a punto de desmoronarse, no le pareció buen síntoma a Ilus Bharman que diera cuenta de dos ginebras en menos de diez minutos. Y menos le gustó que apareciera por la puerta un conocido camello de la localidad, y que se sentara a su lado, y que entablara un clandestino diálogo en voz baja con ella, y que Julia abonara las consumiciones rápidamente y saliera en compañía de ese pájaro de mal agüero.

Pero antes de salir se giró hacia Ilus y le miró. Le sonrió desvaídamente ( así que todavía se acordaba de mí) y se despidió con un leve saludo. Sólo fueron dos segundos, porque una sombra de derrota se cernió sobre ella como una oscura tormenta, y con ella sobre su frágil cuerpo a punto de descargar su negro vómito salió a la calle.

Cuando Ilus recogió los vasos y limpió los cercos húmedos que le parecieron lágrimas sin sal, advirtió que se había dejado ese documento que tan obsesivamente leía con ojos ciegos. No pudo resistir la curiosidad de leerlo. Un documento oficial de un organismo oficial denegándole oficialmente adoptar una niña ucraniana por los antecedentes que obraban en poder de los Servicios Sociales, sintiendo no poder dar curso a... blablablabla.....

Alguien, al día siguiente, el típico cliente que parece tener línea directa con el canal Noticias 24 Horas, al tanto de todas las novedades locales, comentó la noticia de la aparición de una chica de unos treinta y cinco años que había aparecido muerta por sobredosis en dónde importa dónde.

Ilus supo de quién se trataba antes de que nadie pronunciara el nombre de Julia. Se giró, abrió el cajón donde guardó el documento oficial donde oficialmente le comunicaban que la sociedad no tiene piedad con los fracasados..., lo hizo trizas y lo tiró a la basura.