miércoles, 8 de enero de 2020

DEMOCRACIA



El poder real de una democracia descansa, bajo mi punto de vista, sobre cualquier otra consideración, en saber perder.

Y una vez que se encaja la derrota, comprender la naturaleza de todo cuanto resulta una estupidez para comenzar a funcionar con racionalidad.

Hemos sido testigos en los últimos tiempos de muchos actos estúpidos, estériles, y no por ello menos dolorosos, que han recaído negativamente en una convivencia sana basada en el respeto y la educación.

España lleva siglos sin afrontar cómo dar cabida a los sentimientos más que a las ideas, llevamos encorsetados demasiado tiempo y no sabemos explotar todas las posibilidades que nos brinda la inteligencia para poder dar salida digna a todos los sentimientos.

Hora es ya de no dejarlo todo en manos de la insensatez y de la inexorabilidad de leyes que marginan, a unos y a otros.

Es muy fácil. Se trata de preguntar la pregunta correcta. Y, después, de encajar la derrota.