miércoles, 23 de noviembre de 2011

LOS DIENTES DEL ARREPENTIMIENTO




Charles McVay se suicidó veintitrés años después.

Mochsitura Hashimoto, después de enteresarse bien de lo sucedido, vivió recluido en un monasterio sintoísta hasta su muerte.

El arrepentimiento es un sentimiento que corroe el alma tan ácidamente, con tal voracidad acusadora, que liquida una capa tras otra de pretextos o justificaciones hasta dejar los doloridos nervios de la autoestima en constante fricción con los dientes de una sierra. Es el dolor de tímpano del alma. Un incesante y corrosivo goteo que surge de un recuerdo tan inolvidable como verdugo y despiadado.

Pero hasta el arrepentimiento, que parece ser la última e inviolable forma que le queda a la vida para impartir justicia, hasta con el arrepentimiento la vida puede ser tremendamente injusta.

Esta es una historia tremenda sobre la que me cuesta mucho escribir, pero quiero hacerlo ya de una vez porque se ha apoderado tantas veces de mis peores sueños que quiero probar si escribiendo sobre ese suceso consigo exorcizar mis demonios. Una historia real en la que no alcanzo  a imaginar el sufrimiento que devoró a estos dos hombres como un tiburón desgarra carne.

Imaginaros una hora flotando en el agua. Una hora. ¿Ya? Bien.

Ahora imaginaros que no estáis sólos flotando en el agua tras un naufragio provocado por un torpedo enemigo. Que estáis en compañía de mil cien compañeros más, compañeros unidos por el sentimiento de hermandad que sólo sabe despertar el enfrentamiento común ante el peligro y la convivencia forzosa en el reducido espacio de un barco militar durante cuatro largos años. No son desconocidos, son casi tus hermanos, tus hermanos de sangre.

¿Es suficientemente trágica la escena? No. Vamos a hacer que las circunstancias incorporen a la desgracia de un naufragio un elemento macabro de película de terror. Tú y tus mil cien compañeros y amigos flotáis en medio de un mar infestado de tiburones de esos que miden a partir de cuatro metros. Y que esos depredadores marinos, inocentemente fieles a su instinto animal y a su necesidad de alimentarse de presas fáciles, comienzan a despedazar uno por uno como si esos animales jugaran a una ruleta china, al alimón.

Como especie animal el hombre ha sido capaz de pisar la Luna, algo que ningún otro animal ha conseguido, pero qué frágiles, vulnerables e indefensos somos en igualdad de condiciones, flotando con lo puesto en medio del océano, exactamente igual que la manada de tiburones.

Y así una hora
Y otra

Y otra, otra más, ...entre una sordina de gritos de pánico y enloquecidos chapoteos de aletas.

De los mil cien infortunados sólo sobrevivieron algo más de trescientos. Y nada me extraña que durante los primeros momentos, las primeras horas, todos rezaran para no ser la próxima víctima, el siguiente bocado. Comenzaron rezando para sobrevivir en medio de una pesadilla, pero esta pesadilla fue tan dantesca, tan abrumadora y desgarró tanto la capacidad de resistencia humana, que el rezo acabó convirtiéndose en una implorante súplica al cielo para ser el próximo y poner así fin al tormento de la incertidumbre mortal.

¿Y sabéis por qué? Y esto es lo que me cuesta imaginar, esto es lo que desborda mi comprensión: porque no fue una hora, ni dos ni tres ni cuatro. Fueron cinco días, cinco días con sus cinco noches hasta que fueron rescatados los supervivientes.

Ese barco se trataba del Indianápolis. Su capitán se llamaba Charles Macvay .Sobrevivió, pero sólo para enfrentarse a un Consejo de Guerra acusado de negligencia. Humillado por haber sido degradado y, sobre todo, atormentado por un sentimiento de responsabilidad, se quitó la vida en 1968. Posteriores investigaciones desenterraron la historia verdadera de la aciaga suerte que corrió el Indianápolis. McVay fue el chivo expiatorio de los errores cometidos por otros, los listos de siempre que se levantan por la mañana pensando ya a quién echar la culpa de sus errores. Ese barco transportó el cubo de plutonio con el que armarían la bomba atómica que fue arrojada sobre Hiroshima. Nadie sabía qué contenía la enigmática caja, ni siquiera McVay. En el viaje de ida iba escoltado por un convoy de destructores que le hacían de barrera contra la amenaza de los submarinos nipones. Pero una vez que hizo la entrega, no le fue autorizada una mínima escolta para regresar a su base pese a que no contaba con aparatos de detección submarina. Su única defensa consistió en navegar en zig-zag, tal como le aconsejaron sus superiores que hiciera. Al final, de eso mismo le acusaron en el consejo de guerra porque suponía ralentizar la marcha y facilitar la puntería de los submarinos.

Mochsitura Hashimoto era un oficial japonés imbuido de lo que esta admirable nación posee a espuertas: sentido del deber. Y su deber era hundifr el máximo número de barcos enemigos. Pero no era lo único que tenía sobradamente. También tenía humanidad y capacidad de reflexión. Con su orden de torpedear ese barco provocó a mil cien seres humanos un horror inimaginable. Y lo que más atormentó seguro a Hashimoto es que esa fatídica orden la dio un 29 de julio de 1945. Diez días después....¡diez días...! ..Japón se rindió. Cuando este comandante de submarinos conoció los pormenores del suceso, ingresó en un monasterio sintoísta para no salir más de ahí en lo que le quedó de vida.

Este es el final de las guerras, de todas las guerras. Unas naciones las ganan, otras las pierden. Pero para quienes han participado en ellas y conservan un pequeño resquicio de humanidad y conciencia, para ellos que podríamos ser cualquiera de nosotros...sólo queda el arrepentimiento.

10 comentarios:

  1. Os resutará muy familiar esta historia, porque todos hemos oído a Robert Shaw en su papel de capitán Quint relatando esta pesadilla en la película de Spielberg, Tiburón.
    Robert Shaw fue tan gran actor como imprevisible. Casi todos los días llegaba borracho al rodaje, ...Por su culpa tenían que suspender el rodaje hasta que se le pasaba la borrachera. Poco tiempo después se lo encontraron muerto en su casa a causa de un deliriums tremens. A todo el mundo del set de rodaje le sobrecogió las líneas que improvisó sobre el guión cuando relata la experiencia del Indianápolis. Le felicitaron por su realismo.

    Uno de los marineros que sobrevivió a los tiburones tenía 19 años. Se llamaba Robert Shaw.

    Me pregunto si alguno de los pocos más de trescientos hombres que sobrevivieron fueron capaces de recuperar la cordura.

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  2. Hay cosas que leo por curiosidad, otras por gusto... a ti te califico entre la segunda categoria... sin embargo el tema del que escribes entra en la primera, he leido y leido acerca de la guerra, de los incidentes. de las causas no probables sino reales (que siempre son las mismas). Y siempre queda ese sabor desagradable, ese vacio...
    El arrepentimiento puede ser tan tremendo y terrible, como tamben puede ser sanador y liberador, depende de cual sea la carga que se lleva dentro y de que es lo que se desea hacer. Arrepentirse solamente es el primer paso... algo mas debe hacerse... reparar, reconciliar, humanizar la culpa y no lo contrario, si no se avanza en alguna direccion la vida se cierra en circulo y se termina por caer en el mas atroz de los vacios.
    Sobrevivir a la tragedia necesita un significado, que se hace con esa vida que se ha "recuperado", que direccion se toma... tristemente no se ayuda a direccionar ni a comprender estos procesos... mismos que no deberian ocurrir en una sociedad mas humana... mas sana.
    Vaya... ya dejo hasta aqui este comentario/testamento... parte 1

    Un Abrazo

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  3. Una historia escalofriante, imagino los días en el mar esperando ser devorado por un tiburón y se me eriza la piel... La guerra esta llena de historias de arrepentimiento y horror, también de secuelas físicas y psicológicas difícilmente curables.

    Ya tengo en casa la película que me recomendaste... parece que también trata el tema de la guerra pero con algo mas de humor... La veré pronto. Un abrazo.

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  4. Conocía la historia que cuentas, pero me ha encantado leerla de tu puño y letra...

    A menudo a los que nos sentimos budistas se nos acusa de "comernos demasiado el coco" con todo, pero es que cuanto mas consciente te haces de las cosas, mas te das cuenta de la enorme responsabilidad que recae sobre cada uno de los miles de millones de habitantes que comparten con nosotros, directa o indirectamente, eso tan hermoso que es la vida. ¡Cuanta responsabilidad para un ser tan pequeño y tan frágil en todos los aspectos!

    Te preguntarás por qué planteo esto...así...de esta manera.

    Pues bien, el Indianapolis llevaba una carga importantísima -un cubo de plutonio- para la elaboración de la bomba atómica que segaría en décimas de segundo la vida de, al menos, 100.000 personas, en su mayoría civiles, y cuyas consecuencias aún padecen algunos de los supervivientes de aquel holocausto...

    Karma...¿karma? Si, tal vez. Charles Mc.Vay se suicidó por arrepentimiento, pero por cual...¿Por la tragedia que vivió en su barco...o...por la responsabilidad de haber colaborado -aún sin saberlo- en el asesinato de miles de civiles japoneses en Hiroshima? Tal vez, por ambas razones. ¡Cuanto dolor Diossss!

    Mochsitura Hashimoto al hundir ese barco, sin saberlo él mismo, estaba vengando la muerte de miles de compatriotas...que aún no habían fallecido, y que lo iban a hacer en breve por culpa de la carga letal del Indianápolis... Si Hashimoto hubiera hundido el Indianápolis en su viaje de ida...tal vez hubiera salvado la vida de esos compatriotas... ¿Que pensamientos llevaría Hashimoto, dia a dia, en su interior, hasta la muerte?

    Así pues, en cierto modo, los marinos del Indianápolis, fueron las primeras víctimas de la bomba de Hiroshima...O lo que es lo mismo, EEUU tuvo que pagar ese precio...para asesinar a los habitantes de Hiroshima...

    También, curiosamente, se suicidó McVay, mientras que el japonés, que por propia cultura tiene el suicidio considerado como algo "honorable" optó por meterse a un monasterio...

    Cuanto mas lo pienso...peor me siento Luis.
    Arrepentimiento...no, no creo en él. Creo que sólo se puede arrepentir uno de aquello que está en su mano...y hace o deja de hacer, no puede arrepentirse uno de lo que depende del Destino...

    Demasiados pensamientos...demasiados sentimientos...demasiadas dudas...

    ¿Karma? ¡J*der con el karma! Está claro que toda acción tiene sus consecuencias...pero incluso la no-acción es otra forma de acción y...también las tiene...demasiada responsabilidad para lo "poquita cosa" que somos los seres humanos...

    Me ha encantado tu artículo Luis...

    A los que no hayan leido el que colgaste sobre el soldado Ira Hayes "Nube Blanca" (¿se escribía así?) les recomiendo que lo busquen en entradas anteriores, porque complementa maravillosamente a éste.

    ¡Un fuerte abrazo!

    Ananda

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  5. A veces no somos más que simples peones, que las circunstancias, el destino o no sé qué, mueve a su antojo.

    Las guerras están llenas de historias terribles, victimas inocentes que han tenido que vivir,sobrevivir, a experiencias dolorosas que parece imposible poder superar.

    Como aquí cuentas, Luis, a veces es imposible.
    Tanto dolor, tanto arrepentimiento, tanto sufrimiento.
    El ser humano es capaz de dar lo mejor y también por desgracia de lo peor.

    Como siempre entrar ha sido un placer.


    ¿ Sabéis algo de Zully?
    Tal vez sea una tontería, pero me preocupa.


    xulita

    Besitos.

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  6. No sabía lo de Robert Shaw y ahora comprendo porque en los papeles interpretados por este actor siempre le leía en su rostro un rasgo de algo insondable, esa dura experiencia con 19 años y el suicidio de un padre según leo en la wikipedia, no justificarían un alcoholismo pero cada cual encuentra su forma de no enfrentarse a algunas imagenes horribles grabadas en su recuerdo.
    Sobre el comentario de Ananda estoy bastante de acuerdo con mucha parte, todo lo que nos sucede, todo de lo que participamos a veces sin prestarle la importancia que tiene, todo lo que No o Sí hacemos está fuertemente entrelazado con miles de otras historias sobre las que influiremos.
    es digno de reflexionar sobre el por qué los inocentes sienten al final la carga de la culpabilidad de aquellos que decidieron por ellos y que son los que realmente deberían penar con ese perpetuo remordimiento.
    Buen texto Luis, vale la pena esa pena para que quien quiera saque una lección. No acción es una alternativa buena en muchos casos.

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  7. Conocía la historia Luis, pero has vuelto a provocar que se erice el vello en mi piel con tus palabras.

    Y ahora venía uno de esos tochocomentarios mios, pero hoy ha sido mi turno en los 'idus' del ciberespacio y os ha ahorrado tener que leerlo.

    Venía a decir que Hashimoto quizás eligió montar su propio infierno interior donde purgar una culpa nacida de un deber que seguro no pensó dónde le llevaría; el suicidio es, desde luego, una salida fácil y nada honorable, pues te ahorra enfrentarte al horror de tus propios actos y evita tu renacer en su superación.

    El arrepentimiento, siempre de aquellas que son tus decisiones, es antagonista a la justificación que siempre encuentran los que exculpan culpas como limpian las migajas de la cena de sus inmaculados trajes, mientras juegan en el tablero con peones prestados.
    Exige altas dosis de ponderación autocrítica, pero sobre todo de la práctica poco común de la empatía, en contra de la abstracción y deshumanización que suele darse.

    Ante el arrepentimiento de la culpa real sobran leyes y castigos inútiles, que solo aprisionan la piel pero no curan el alma.

    El final de las guerras, independientemente de su desenlace, es siempre, siempre, la derrota, pues va implícito en su embrión ante el fracaso de la razón y la humanidad.

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  8. Zully está al menos vivita y coleando, con su buen humor de siempre, Xulita. Sólo que va por rachas y ahora está disfrutando un poquito más de la ingente cantidad de amigos que tiene en el facebook. Chispeante y graciosísima, como siempre. Está bien, Xulita. ¿Y tú, cómo estás, buena amiga?

    Extraigo de vuestros comentarios la necesidad que tiene siempre el ser humano por preguntarse por el por qué de las cosas, por sus significados. Ananda se atreve a darles incluso un destino inevitable al analizar las causas y los efectos, sucesos guiados por el karma según el budismo.Megustas vuelve a sorprenderme con el comentario que hace sobre el rostro de Robert Shaw.." algo insondable.." Es perspicaz como ella sola. Me lo demuestra una y otra vez. Jose va a disfrutar muchísimo con la peli que le recomendé y seguro que le hará olvidar las tragedias por un buen rato. Essaldir me lee por gusto, pero el gusto es mío por leerle a él porque me gusta mucho la utilidad que propone dar a las experiencias terribles. Ananda, es Jefe Nube Caída el tìtulo del post. Hay tantas historias parecidas, pero ésta...buf..., tiburones, chicos, tiburones....Angel coincide con Essaldir, el arrepentimiento como punto de partida para un renacer..

    Y todos colmando este blog de comentarios jugosísimos. Muchas gracias a todos

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  9. Gracias, Luis.
    Me quedo más tranquila sabiendo que está bien.

    ¿Yo?, También bien gracias.Ya sabes, unos días mejor que otros.

    Te mando un abrazo de osa, buen amigo.

    xulita

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  10. No dejes que la verdad estropee una bonita historia.

    McVay se suicidó por la presión de los ignorantes, por los miserables del Pentagono, por las amenazas, por la muerte de su esposa ...

    Hashimoto, siguió en la marina, repatriando compatriotas. Trabajó en el primer submarino japonés de la posguerra. Fue su primer comandante, por cierto su tripulación era la misma del 45. Al jubilarse, AL JUBILARSE, siguió los pasos de su padre.

    Besos

    La bestia parda

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