domingo, 16 de mayo de 2010

PUN YI


Ví un documental sobre la Gran Muralla China. Buf, la mayor construcción realizada por ese ser humano empeñado en gastar tiempo y energías en dejar señales para la posteridad de su paso por la vida, a mayor gloria de la memoria de emperadores megalómanos . Imposible hacer un cálculo siquiera aproximado del coste en vidas que se cobró esa interminable muralla de piedra. Dicen que millones. Teniendo en cuenta que comenzó cuatro siglos antes de Cristo y terminó en el siglo XVII, que todos sus tramos juntos darían dos veces la vuelta al mundo por el ecuador, y que se extendió a lo largo de más de cinco mil kilómetros…., véte a saber cuántos campesinos esclavizados la palmaron levantando ese gigantesco zócalo antibárbaros.

¿De verdad pensaban los chinos que alzando esa barrera contendrían a los invasores? Gengis Khan conquistó China trepando por la parte de la Muralla más desprotegida, y los cogió desprevenidos por la retaguardia. Los alemanes aprendieron esa lección en la Segunda Guerra Mundial con la línea Maginot. Los soldaditos franceses no salían de su asombro en sus búnkeres cuando se vieron venir a los subanmontenestrujenbajen por la puerta de atrás apuntándoles con sus pánzers .La supuestamente inexpugnable Línea Maginot de los chauvinistas militares franceses no resistió ni un asalto.

Pero yo no quería aburriros con una lección de historia, por mucho que me guste. Quería contaros la historia de Pun Yi.

Pun Yi era la amada esposa de un campesino al que enrolaron a la fuerza para trabajar en la Muralla. Como pasaron los años y su compañero no regresaba, decidió ir en su búsqueda llevándole un saquito de su té favorito.. Se dirigió al este, al Mar de China, donde se inicia la Gran Muralla, y al llegar ahí preguntó por su marido. Nada sabían ahí de él, y Pun Yi se dirigió al siguiente tramo, donde se levantaba el segundo castillete. Tampoco pudieron darle noticias de su amado esposo. Y así continuó, de torreón en torreón ( veinticinco mil torreones se contabilizaron a lo largo de su recorrido) , hasta llegar a la Cordillera Escarpada . Allí logró entrevistarse con unos exhaustos trabajadores que sí le habían conocido, pero al verla tan ilusionada y tan empeñada en encontrarse con su amado, le ocultaron que había muerto hacía tiempo de desfallecimiento y tristeza.

Insensible al desánimo, Pun Yi siguió y siguió la estela de la Gran Muralla, hasta recorrerse los cinco ml kilómetros de su extensión, preguntado por él de torre en torre, hasta llegar a las estribaciones del Desierto de Gobi y del nacimiento del Gran Río Blanco, donde finalmente moría la Muralla y el temor a los hunos.

Pun Yi sintió un gran desconsuelo, pero pronto se armó de valor otra vez y comenzó el viaje de vuelta, volvió sobre sus pasos y descorrió la Muralla por si había cometido el error de saltarse alguna torre en su enfebrecida búsqueda. Al llegar otra vez a la Cordillera Escarpada , los trabajadores se apiadaron de ella y pensaron que era mejor decirle la verdad para que cesara en su inútil y desesperanzada búsqueda. Como los ingenieros ordenaron que los huesos de los trabajadores que morían sirvieran de argamasa, le llevaron al lugar de la muralla en el que reposaban sus restos. Conmocionada por la terrible noticia, cuando se situó frente al muro que servía de pétrea mortaja a su querido compañero, Pun Yi prorrumpió en un llanto tan violentamente torrencial e inconsolable que sus lágrimas derribaron esa parte de la Muralla China, y por ahí aprovecharon los acechantes bárbaros para invadir el país de los mandarines.

Cuenta la leyenda que cuando Pun Yi exhaló su último suspiro todos los trabajadores a lo largo y ancho de la Gran Muralla China arrojaron con determinación las azadas, las palas, los serones, todo el aparejo de construcción y regresaron a sus hogares, sin que los soldados pudieran evitar la gran desbandada. Nunca más se puso ni una sola piedra. Todos volvieron al cobijo de sus hogares comprendiendo que la más magna obra de ingeniería de la Humanidad no podía compararse con el amor de una mujer .

Fue la tiranía de los emperadores y la desolación y rabia de una mujer enamorada quienes labraron la ruina de la dinastía Ming.

Como en el gabán de Machado y su infancia azul, encontraron en el kimono de Pun Yi este poema :

Me hiere al rojo vivo
la dictadura de esta lejanía
Tu latente voz en mi recuerdo
Tus ojos ausentes estallan
Reventando mis deseos locos
por volverte a ver.
Las palmas de mis manos sangran
Arañando cada surco, cada piedra
Por ver si en algún oculto hueco
Me has dejado la piel de tus pestañas
O el frescor de tu sonrisa
El viento me susurra
Que te encontraré pronto.
Y las nubes me quieren
Mostrar un camino




6 comentarios:

  1. nada comparable a lo que se hace por amor. Cierto.
    No vayas llorar ahora tu sobre la Cibeles solitaria y se deshaga alguna rueda del carro y se vaya a volcar la pobre,jijiji

    buenas noches, ahora sí, me voy a dormir por fin

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  2. Hermoso poema. Saludos y besos, desde el mar..

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  3. Megustas, el amor de una mujer es más importante que la celebración de un título y que la Cibeles. Ahí he ganado la Liga y la Supercopa. Un beso

    Hola, Urlandilla. Pues al mar voy yo ahora, a cargar pilas. Como te vea nadando te echaré la red. Un besazo y feliz semana para todos.

    Eso de resucitar a Pun Yi para volverla a enterrar me ha dejado regusto amargo, pobrecica. ¿Contenta, Margui?

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  4. Bella y triste historia!
    Me pregunto cual es o cual seria el sacrificio mas grande que nosotros en este tiempo podriamos hacer por amor?
    Gracias por hacerme conocer esta parte de la historia que leyenda o no me ha fascinado!
    Besos y abrazos corazón!
    Pasa una bonita semana!

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  5. cierto, de ahí mi frase de que NADA es comparable a lo que se hace por amor.
    y gracias por tus felicitaciones, es bonito compartir las alegrías de los amigos
    un besoooooo

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  6. Ohh, el amor!
    Todo lo puede, todo lo mueve...
    El amor mueve el mundo,
    al menos, "mi mundo" y creo firmemente que el amor mueve montañas.
    Preciosa historia.
    Abrazossssss

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