
- ¿A qué hora dice usted que se produjo la agresión de su marido?
- Pues entre las seis y las siete de la tarde de ayer, en la casa-puerta.
- Perdone, pero se lo tengo que preguntar de nuevo. ¿Está completamente segura de que fue a esa hora?
- Sí, porque mire usted que el parte facultativo en el ambulatorio me lo hicieron sobre las siete.
- De acuerdo. Esta denuncia no se la puedo tomar yo. Mi compañero se la recogerá. Si me disculpa, mi compañero la prosigue como instructor.
Después de cumplimentar la denuncia y firmarla, esta señora abandonó las dependencias policiales. Mi compañero se acercó a mí y me preguntó..”Oye, Luis, ¿por qué no le has tomado la denuncia?”
- A esa hora, antes y después de esa hora señalada por la mujer, el denunciado estaba contra mí y mi compañero de juego pegando enérgicos paletazos en una pista de padel. Como comprenderás, voy a abrir diligencias ampliatorias para informar a la Policía Nacional y al Juzgado de Instrucción, me tomas declaración como testigo y, por lo menos, que sirva para que no le detengan de inmediato en menos de quince minutos.
Esto que acabo de contar, verídico, es el pan nuestro de cada día desde que entró en vigor La Ley de la Violencia de Género. En dicha Ley, concretamente en su Título IV, una coacción, un insulto o una amenaza leve puede conllevar penas de cárcel y, desde luego, la detención inmediata del hombre presunto maltratador.
E igual de verídica es la estadística mortal de mujeres muertas a manos de sus enloquecidas parejas o exparejas.
Entre un extremo y otro, y a estas alturas, no hay ni un solo Juez o Jueza en España que no admita que, aplicando mecánicamente dicha Ley ( y todos los jueces la aplican mecánicamente porque nadie se quiere pillar los dedos), cometen todos los días continuas injusticias contra hombres que no merecen el trato denigrante de una detención , una orden de alejamiento, una expulsión fulminante de su domicilio familiar y un auténtico expolio en sus ingresos económicos a favor de mujeres que no tienen ningún reparo en hacer un uso espúreo de una Ley absolutamente discriminatoria. Lo peor no es eso, sino la restricción, incluso la anulación, del régimen de visitas acordado con los hijos en común.
- Pues entre las seis y las siete de la tarde de ayer, en la casa-puerta.
- Perdone, pero se lo tengo que preguntar de nuevo. ¿Está completamente segura de que fue a esa hora?
- Sí, porque mire usted que el parte facultativo en el ambulatorio me lo hicieron sobre las siete.
- De acuerdo. Esta denuncia no se la puedo tomar yo. Mi compañero se la recogerá. Si me disculpa, mi compañero la prosigue como instructor.
Después de cumplimentar la denuncia y firmarla, esta señora abandonó las dependencias policiales. Mi compañero se acercó a mí y me preguntó..”Oye, Luis, ¿por qué no le has tomado la denuncia?”
- A esa hora, antes y después de esa hora señalada por la mujer, el denunciado estaba contra mí y mi compañero de juego pegando enérgicos paletazos en una pista de padel. Como comprenderás, voy a abrir diligencias ampliatorias para informar a la Policía Nacional y al Juzgado de Instrucción, me tomas declaración como testigo y, por lo menos, que sirva para que no le detengan de inmediato en menos de quince minutos.
Esto que acabo de contar, verídico, es el pan nuestro de cada día desde que entró en vigor La Ley de la Violencia de Género. En dicha Ley, concretamente en su Título IV, una coacción, un insulto o una amenaza leve puede conllevar penas de cárcel y, desde luego, la detención inmediata del hombre presunto maltratador.
E igual de verídica es la estadística mortal de mujeres muertas a manos de sus enloquecidas parejas o exparejas.
Entre un extremo y otro, y a estas alturas, no hay ni un solo Juez o Jueza en España que no admita que, aplicando mecánicamente dicha Ley ( y todos los jueces la aplican mecánicamente porque nadie se quiere pillar los dedos), cometen todos los días continuas injusticias contra hombres que no merecen el trato denigrante de una detención , una orden de alejamiento, una expulsión fulminante de su domicilio familiar y un auténtico expolio en sus ingresos económicos a favor de mujeres que no tienen ningún reparo en hacer un uso espúreo de una Ley absolutamente discriminatoria. Lo peor no es eso, sino la restricción, incluso la anulación, del régimen de visitas acordado con los hijos en común.
La discriminación más sangrante que establece esa ley es que todas las mujeres son seres absolutamente angelicales, son almas sensibles y sin ninguna pizca de maldad. Una ley, cualquier ley, que exima por principio la naturaleza perversa de un ser humano dispuesto a manipularla o beneficiarse de ella, es cualquier cosa menos una ley con espíritu de justicia.
Sin embargo, el reguero de muertes prosigue imparable ( hoy dos, en Pruna -SEvilla- y Cataluña) y me pregunto si pocas, poquísimas alternativas hay a la aplicación estricta de esta Ley de Violencia de Género, y que la realidad sea tan jodidamente tozuda que estemos ante el típico y tópico hecho consumado de “ pagar justos por pecadores”.
Bueno, de momento, a una mujer embustera le dejaré a la altura del betún el día del juicio.
Con lo fácil que es decir adiós, tú por tu camino, yo por mi camino.
Sin embargo, el reguero de muertes prosigue imparable ( hoy dos, en Pruna -SEvilla- y Cataluña) y me pregunto si pocas, poquísimas alternativas hay a la aplicación estricta de esta Ley de Violencia de Género, y que la realidad sea tan jodidamente tozuda que estemos ante el típico y tópico hecho consumado de “ pagar justos por pecadores”.
Bueno, de momento, a una mujer embustera le dejaré a la altura del betún el día del juicio.
Con lo fácil que es decir adiós, tú por tu camino, yo por mi camino.