AUDREY

Escrito por Ananda:

"Audrey"

- Fred!, Fred! , I´m here!

Aquella voz dulce me sorprendía arrancándome de mis pensamientos. A ratos tristes, a ratos distraidos, pero mis pensamientos al fin y al cabo...

- Fred!, Fred!, look at me!

Insistía de nuevo, ahora con un tono de evidente impaciencia femenina.
Mi desconcierto iba en aumento porque no localizaba el origen de aquella voz cantarina que hablaba en inglés a tantísima velocidad y con tanta insistencia.
Me detuve en mitad de la calle y comprobé que caminaba solo. Ni un alma a mi alrededor.
Supuse entonces que la voz venía de arriba, desde algún balcón o ventana. ¡Nada! ¡Nadie!
Decidí cambiar de acera y antes de conseguirlo arreciaron las llamadas aún con más insistencia.

- Fred! It´s me! Come on, dear, look at me!
Me quedé quieto un instante más, dándome una última oportunidad para poder localizarla...eso si no estaba siendo víctima de una broma...o algún tipo de alucinación.
¡Y estaba allí! Todo el tiempo había estado allí, mirándome, desde el primer instante, pero yo no había reparado en ella. Cualquier niño la habría visto enseguida, pero yo, un adulto, iba demasiado metido en mi mundo particular como para ver con claridad a mi alrededor...
De todas maneras, al principio dudé...pero solo un poco ¿eh?

- ¿Eres tú? ¿Eres tú la que llamas?-. Ella asintió con un gesto de niña traviesa y balanceó la cabeza como dando a entender que yo estaba preguntando tonterias.
-¡No me llamo Fred!-. Añadí.
- Oh! Don´t get angry! You know. You are sweet. You look a little like my brother Fred -.
Estaba sentada y miraba, ahora pícara, fijando mucho la vista, con sus profundos y enormes ojos, complacida de haber sido capaz de llamar mi atención, primero, y de de despertar mi interés, a continuación.
- Te conozco, eres Audrey.- Le dije.
- Oh, yes dear!-. Y se puso a aplaudir muy satisfecha mientras me regalaba una increible y radiante sonrisa.

Comenzamos a hablar al instante de infinidad de cosas, como dos adolescentes, sin medida del tiempo ni del lugar y, antes de que me diera cuenta, habían pasado ya varias horas.
La gente que pasaba a mi lado, hacía un alto, breve, para mirarme a mí y luego la miraban detenidamente a ella. Entonces, repentinamente aceleraban el paso y se alejaban a toda velocidad sin mirar atrás.
Recuerdo haber pensado para mí mismo "pues es una chica encantadora, seguro que también hablaría con vosotros si fuerais más simpáticos o no tuvierais tanta prisa"

Se terminó haciendo de noche y empecé a sentir bastante frío. Le pregunté a ella.
- ¿No tienes frío?-. Sonrió de nuevo y negó con la cabeza.
- Me tengo que marchar, es ya muy tarde-. Le dije.
Asintió y mientras juntaba las manos como si rezara me preguntó en un español chapurreado:
- "¿Voolverrras manianna para por mi verme? ¿Quieres? ¿Sí? ¿Sí?"-.
- ¡Claro que sí!-. Le contesté entusiasmado. -Mañana volveré a verte sin falta. Te daría un beso de despedida pero con tanto cristal en medio no puedo-.

Sonrió otra vez y cerrando los ojos dulce y lentamente, se llevó la punta de los dedos a sus labios y soplando con suavidad me envió el beso más dulce que jamás me han dado.

- ¡Hasta mañana!, ¡mañana nos volveremos a ver!, ¡hemos quedado! ¿eh?-. Le dije mientras caminaba hacia atrás, de espaldas, para no perderme ni un segundo de la visión de aquella lindísima chica que se despedía de mí agitando alegre la mano trás el cristal de aquél escaparate. Justo un instante después, antes de doblar la esquina de la calle, comenzó a llover. Las gotas de agua sobre el cristal del escaparate parecían resbalar como lágrimas sobre sus mejillas, sin embargo, ella aún me sonreía...

 

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Escrito por Luis:

Me detuve en seco contemplando la escena que se desarrollaba al otro lado de la calle. El paraguas se cerró instantáneamente con el mecanismo que cierra las ilusiones mientras que la lluvia chiribirinesca de la Quinta Avenida dejaba sentir su fría humedad sobre un corazón de repente encogido por la premonición confirmada de que es imposible contener la belleza para uso y disfrute particular.

Fueron cinco minutos. La vida es eterna en cinco minutos hasta que suenan las sirenas de las alarmas, dice una bella canción de amor.

Ese hombre esbelto y de mirada límpida con profundos ojos grises se despidió de ella con ademanes educados y adiviné en su prosaico gesto de despedida una promesa de pródigo reencuentro.

No reaccioné hasta que su evanescente figura se perdió entre una cortina de agua. La lluvia en esta ciudad no cae de las nubes, sino de las agujas de los rascacielos convertidas en surtidores por capricho de arquitectos que disputan su sitio a Dios.

.- "Muy bonito, Audrey, muy bonito..., o sea, que te dejo sola un momento para traerte un desayuno continental y coqueteas con el primer turista despistado que pasa por tu escaparate."

.- " No serrr turrista despisteido. Interresante hombre con rrico mundo interrior, salta a la vista, por eso se fijó en mí. No interresarle los boulevares de la Gran Manzana, ni la zona Cerro, ni siquierra edificio Crysler. Serr hombre irresisteibol, oh my God !,  solo fijarse en grupos Goodspell, ruiseñores caídos de las cornisas altas,  ardillas de Central Park y el barr de Litlle Italy donde Máikel liquidó a McKlasky y Sollozzo...Y en mí...My darling, deberrías saber que lo que hacer importante a uno mismo es merrecer atención de personas ideales y especiales. No ponerrte celoso, my love.

No conocía esa faceta de mi amor Audrey. Si quería seguir con ella tendría que acostumbrarme al libre albedrío con que seleccionaba todo lo que le hacía sentirse importante mejorando mirada a mirada su incombustible belleza. La perfección sobrenatural de mi amada se alimentaba de miradas de admiración como la de ese hombre de profundos ojos grises. Pero solo permitía que cruzaran el cristal aquellas miradas que , a su vez, eran capaces de provocar el mismo efecto.

Aunque con ternura y comprensión me aconsejaba que no incurriera en la ordinariez de sentir celos, comprendí que no la podría retener a mi lado solo a base de desayunos continentales con cafés cappuchinos y brioches crujientes.

No lo dudé y decidí que, al día siguiente, dentro de un brioche, le reservaría una sorpresa en forma de diamante de muchos kilates aunque me gastara toda mi escasa fortuna.

.
- " ¡¡¡ Ohhh, my darling, what surprise!!!"

.- "¿Te gusta, Audrey?"

.- ¡ Yes, beatifoul, very very emotion for me and bittle little!

.- " Pues es tuyo. Pero que sepas que , aún no siéndolo, que ser....., lo eres"

.- "¿Lo cuál, my darling?"

.- "Picaflorina..... Pero te queremos igual"


Mientras tanto, anocheció. La tenue luz de la luna iluminó su cara, esa cara que parecía poseer el encanto de todos los instantes y que se nutría de luz como las abejas se nutren de miel, tan intensa que se traslada a través del aire y acaba descansando en los ojos de quien la mira. Comprendí que era un acto de supremo egoísmo universal pretender que mi Audrey fuera solo amada por un hombre y sentí en ese momento un gran sentimiento de simpatía y hermandad por el hombre de profundos ojos grises que había sabido ver que Audrey conseguía reflejar sin esfuerzo en los ojos de quienes la admiraban el sentimiento de la verdad.