
Tengo ahora un mano a mano con Millás a través del libro de memorias con el que ganó el Planeta en 2007. "EL MUNDO" , se titula.
Y digo que tengo un mano a mano con ese fabuloso escritor sin referirme a nuestra desigual forma de escribir y , sobre todo, de transmitir. Calculo que compararme literariamente con él sería posible a partir del octavo cubata y borracho como una cuba, o bien si a mi dentista se le olvida cerrar la espita del gas de la risa y me da un ataque de euforia.
Pero estoy muy asombrado con la lectura de sus primeras páginas, para qué negarlo. Asombrado por las coincidencias biográficas que existen entre su niñez y la mía.
Me habla de Valencia y de su posterior y traumático traslado familiar a Madrid. En mi caso, fue al revés: de Madrid a Valencia. Me habla de la dinámica y encaje de piezas humanas en el seno de una familia numerosa. Ellos eran nueve hermanos, nosotros siete. Me habla del frío. Un frío medular que a los dos se nos ha enquistado en nuestros peores temores. No soporto el frío y es muy posible que me quede sin conocer la nieve. De un padre que nunca fue "papá" y sí un señor hombre extraño que me daba absurda e infundadamente miedo. De una madre que sí fue "mamá" y con la que mantuvo una relación cuasi edípica, como la mía.
Y de muchas coincidencias más agazapadas en los recuerdos que Millás va desgranando en consonancia con los míos con la sabiduría y dominio estilístico de un artesano y sentimental relojero.
Pero el colmo fue leer que coleccionaba "conjunciones de términos" cuando descubrió el mundo del Lenguaje y sus poliédricas caras. ¡Caráy..! Ya era demasiado. Con trece o catorce años comencé a reunir, en hojas que plastificaba, palabras cuyo misterio semántico desvelaba consultando diccionarios con el fin de estudiar y memorizar sus significados, convirtiéndolos en tesoros desenterrados.
Pero, sobre todo, coleccionaba frases y expresiones.
Millás escribe:
"Vivo retrato", qué expresión tan extraña de términos. Quizá fue la primera de una serie de expresiones del tipo de gas natural, penosa enfermedad, revestimiento cerámico, flema británica, envejecimiento prematuro, tiempo muerto, al rojo vivo, capilla ardiente, alivio sintomático..., y que empecé a almacenarlos igual que un coleccionista"
Ese montón de cuadernos con hojas plastificadas que contenía lo que para mí constituía la caja de Pandora del lenguaje acabó muchos años después en la basura para contrarrestar el síndrome del cachivache y porque consideré, con orgullosa razón, que ya me había aprendido de sobra el significado de tantos miles de vocablos a fuerza de repetición, estudio e incesantes lecturas.
Cuántas horas dedicadas a explicar a mi manera esa repesca callejera de palabras asociadas que llamaban poderosamente mi atención:
locura transitoria / estrepitoso fracaso / vegetación lujuriante / órdenes draconianas / motivos aparentes / amor platónico / pánico escénico ( no copyright de Valdano, sino de Tolstoi) / visión apocalíptica / traición cainita / momento álgido / recuerdo indeleble /......., y cientos , miles más que sirvieron para sembrar la futura cosecha de mi lenguaje personal y que ayudaron a construir mi personalidad. Nada ayuda ni determina mejor la personalidad que el uso del lenguaje. Más, mucho más, que las experiencias digamos que sensoriales.
Ahora mismo, y por gentileza de Pepepe, he añadido la expresión " egoísmo neuronal".... Todavía no tengo claro cómo definir esa expresión.
Amor platónico era de mis favoritas y, por lo visto, sigue siendo de mis favoritas. El caso es que esa combinación binaria de términos acabó dominando mi vocabulario de forma tiránica y suave a la vez. Y me ponía interiormente muy contento de tenerlos listos y a mi disposición como soldados valientes que se presentaban voluntarios para misiones arriesgadas.
Porque eso es cualquier conversación con vocación humilde de trascendencia sin que parezca pedantería: una misión arriesgada.
Hacerlo como lo hace Juan José Millás: de forma limpia, honesta, sin presunción ni vanidad. Simplemente como el que quita la envoltura a un caramelo que suaviza la garganta de la comunicación.
Me pregunto si también vosotros tenéis una colección de latiguillos del lenguaje. Si es así, compartid, que quiero seguir ampliando mi colección.
Un beso. Por cierto, ..¡ cómo me comí el coco para desentrañar el significado de la expresión " el beso de la araña". ...Jajaja, me rayé mucho. Creía que era dar ocho besos seguidos. Uno por cada pata.