
Hubo un tiempo en el que los Micheiros con denominación de origen organizamos un comando de guardia a la expectativa del comentario nº 69 en aquellos lugares que alborotábamos. La reserva del 69 ineludiblemente siempre iba a parar a Carpe Diem porque esta muchacha demostró desde el principio un saludable interés por apropiarse de las inmensas y gozosas connotaciones cabalísticas del mítico 69.
-¡Mío!..., decía. Y a continuación salía corriendo como una niña traviesa después de aporrear la aldaba de una casa puerta que no era la suya.
Después, ese comando G acabó disolviéndose por culpa de Noimporta, que prisionera de sus ínfulas independentistas se rebeló al grito de " ! El 69 para quien lo trabaja!". Esta jodía niña abanderada....
El caso es que todos sentimos por Carpita mucho cariño. Alguien que se despide de todos siempre con la misma frase sin que resulte falsa ni ceremoniosa ( me refiero a su petición de educada niña de provincias " por favor, no se os olvide nunca ser felices"), alguien así se merece muchas cosas.
Alguien así se merece estar en el inventario del Museo del Prado. Patentada como propiedad intelectual y emocional. Alguien así debería figurar en todos los cuentos y en contra de todas las brujas y todos los ogros, menos del Lobo Feroz, Talkin, a quien acabó domesticando. Talkin, ese Leonard Cohen percebeiro. Alguien así debería abrir la portada de la única buena noticia de los Telediarios. Debería ser producto sin posibilidad de ser rebajado y comprarse en las farmacias en pastillas de colores contra la depresión. Convertirse en edición de lujo, salirse de todos los mapas y formar parte de la más celosamente guardada fórmula que los perfumistas emplean para su perfume supremo. Por decreto-ley debería ser obligatoriamente uno de los tres deseos de la lámpara de Aladino.
Se me ocurren muchas cosas, pero por hoy ya está bien. No te ruborices mucho, Carpita, si te digo que al contemplar las fotos que tan amablemente me has enviado te he sentido muy cerca. Y te he imaginado como una especie de Sherezade. Alguien que solaza al feroz tornado de las pasiones de persistentes idas y venidas, que sabe aquietar las turbulencias marinas y ahuyentar los zarandeos crispados. Tienes una mirada distraída y clara que abre incómodos candados. Que inhala el amor del aire y que en un invisible boca a boca te deja tranquilo y sedado. Que viaja mucho, sin prisas. Primero un paso. Después, otro pasito. Manhattan para empezar. Queda mucho para Berlín. No hay prisa.
Así eres, Carpita. Gozosa como un sesenta y nueve, negra e impar. CARPE DIEM, no va más, señores, hagan todas las apuestas que quieran, pero no va más.
Un beso, morenaza, y no dejes nunca de recordarnos tu leit motiv.
Alguien así se merece estar en el inventario del Museo del Prado. Patentada como propiedad intelectual y emocional. Alguien así debería figurar en todos los cuentos y en contra de todas las brujas y todos los ogros, menos del Lobo Feroz, Talkin, a quien acabó domesticando. Talkin, ese Leonard Cohen percebeiro. Alguien así debería abrir la portada de la única buena noticia de los Telediarios. Debería ser producto sin posibilidad de ser rebajado y comprarse en las farmacias en pastillas de colores contra la depresión. Convertirse en edición de lujo, salirse de todos los mapas y formar parte de la más celosamente guardada fórmula que los perfumistas emplean para su perfume supremo. Por decreto-ley debería ser obligatoriamente uno de los tres deseos de la lámpara de Aladino.
Se me ocurren muchas cosas, pero por hoy ya está bien. No te ruborices mucho, Carpita, si te digo que al contemplar las fotos que tan amablemente me has enviado te he sentido muy cerca. Y te he imaginado como una especie de Sherezade. Alguien que solaza al feroz tornado de las pasiones de persistentes idas y venidas, que sabe aquietar las turbulencias marinas y ahuyentar los zarandeos crispados. Tienes una mirada distraída y clara que abre incómodos candados. Que inhala el amor del aire y que en un invisible boca a boca te deja tranquilo y sedado. Que viaja mucho, sin prisas. Primero un paso. Después, otro pasito. Manhattan para empezar. Queda mucho para Berlín. No hay prisa.
Así eres, Carpita. Gozosa como un sesenta y nueve, negra e impar. CARPE DIEM, no va más, señores, hagan todas las apuestas que quieran, pero no va más.
Un beso, morenaza, y no dejes nunca de recordarnos tu leit motiv.