Cuando la felicidad es tan abrumadora llega un momento en el que se reencarna el espíritu del aguafiestas. " Esto no es posible. Algo malo va a pasar", algo así como lo que se dijo Pizarro a sí mismo en Cajamarca cuando comprobó que Atahualpa no mentía: dos salas enormes hasta donde alcanza el brazo extendido repletas de oro y plata para pagar su rescate, compromiso que d. Francisco no cumplió inaugurando lo que luego se ha dado en llamar programa electoral.
El oro ha sido un tiempo espectacular que nos ha permitido incluso no salir de la piscina. Eso es oro puro de veinticinco kilates en pleno mes de octubre y en el corazón de la sierra gaditana ( que le echa la pata a Asturias y Cantabria, quien lo probó, lo sabe) ¡Ni los pájaros piaban! Silencio de madre naturaleza cuando hace callar a todas sus criaturas para que seamos capaces de escuchar nuestra propia respiración. Tumbado bajo el tilo en posición Tunthakamón mamón a media tarde, con dos platos de menudo y siete cervezas interpretando la segunda parte de " Danzad, danzad, malditos", y con la música más hermosa que existe, la risa de los tuyos, entremezclada con Phill Collins, pensaba...." ¡Qué felicidad, esto no es posible"!
La plata inca ha sido dormir a pierna suelta como podría haber dormido el pirata John Silver después de despojarse de su pata de palo y dejarla macerándose en la bodega de la casa rural, para que vaya cogiendo gusto. "¡Voy a hacer sangre a la almohada", ..alguien dijo...Y no era una declaración de intenciones, sino de amor por la virginidad de la necesidad de un descanso que la rutina nos prohíbe.
No podía ser. Algo malo tendría que pasar.
El axioma agorero se cumplió con la excursión a la Cueva del Gato. A sus pies, como una alfombra persa, la laguna de su cascada se extendía con todas sus tentaciones: sacar fotos, rezar el ohm budista, andar sobre su tiberiada superficie, comprobar cómo en menos de dos metros la temperatura descendía cinco grados y la más poderosa tentación y mayor reclamo para almas ilusas, lanzar ranitas.
Una sola ranita pude lanzar. Con gran alegría y orgullo comprobé que no había perdido facultades: cinco rebotes y elegante vuelo de garza lítica. La cosa prometía y cuando ya me disponía a llamar a los editores del Libro Guiness de los Récords para que inmortalizaran la inminente marca ranística....
.- " Oiga, estas piedras están protegidas. No se pueden lanzar al río. Hay multa por eso y para eso estoy yo aquí"
La Cueva del Gato tiene ahora un guarda, que vigila que nadie sin autorización se adentre, porque se han matado ahí unos cuantos descerebrados que el único entrenamiento espeolológico que han recibido en su vida ha sido ver la trilogía de Indiana Jones.
.- ¿Y de cuánto es la multa, oiga?
.- "No, no se preocupe. No le voy a multar si no sigue, pero es de 300 euros"
Hice el cálculo mental rápido en plan concursante de calculadora humana como si el guarda fuera Jordi Hurtado de caqui.....( hummm, una ranita, a un mínimo acreditado de cinco rebotes, 60 euros por rebote)..
.- "Pues va a tener usted razón de que ya no voy a lanzar más"
.- Yo lo siento, pero es un paraje protegido por la Junta y no está permitido alterar el entorno y.., además.., es usted un poco mayor ya para jugar a las ranillas ( dijo ranillas, ..ranillas!) . ¿ No cree usted?"
Hice entonces otro sobreesfuerzo mental. En plan concursante de calculadora humana como si el guarda fuera Jordi Hurtado de caqui con sobredosis de cabronerío rampante, calculé cuántas ranitas con multa subsiguiente podría merecer si lanzaba a la laguna a ese guarda de canto, a ese Juancojones. ..el muy cabrón....
Mis temores sobre la provisionalidad de la felicidad absoluta se confirmaron en ese momento. Fue una desgracia auténtica comprobar que si expolias Marbella y te quedas con miles de millones, casi no pasa nada..., pero si lanzas ranitas al pie de la Cueva del Gato te multan con 300 euros.
Pero ya el colmo fue la crueldad intolerable de un guarda de cuevas y gatos que me recordó que , no solo que te has convertido en un sapo al que le ha dado tiempo de criar pelo hasta la cintura, sino que además y para más inri, canoso.
Sabía que me aguardaban paisajes espectaculares, oxígeno de pata negra, buena comida, abundante bebida, compañía genial, juegos y chapuzones y con suerte maullar a mi gata a la luz de la luna..., pero lo que más me encandilaba de este viaje era lanzar otra vez ranitas en la laguna....
¿Eso es hacerse mayor? ¿Una renuncia constante?