Qué laborioso explicar por qué te echo de menos.
¿Se puede abarcar un desierto?
¿Congelar se puede el recuerdo como una imagen ante el espejo?
Labrar un laberinto es echarte de menos,
o poner nombre a los hilos de una telaraña.
Siento tu recuerdo como mordisquito de mascota compañera y juguetona,
esa compañía de no estar sin haberte ido,
la bocanada de amor con que respiro,
y respiro y respiro...
ese indulto especial que concede el olvido.
El recuerdo inmerso,
como un océano interior invisible e inmenso,
no aflora solo en primavera
ni el otoño lo caduca,
y aprende a vivir sin correos,
sin cartas, sin caricias, sin te quieros,
porque le basta para sentirse vivo
cerrar los ojos y el desliz de un beso, ...
y atraparlo en el grito náufrago de un verso...