La lluvia de golpes se acompasaba con un ritmo casi musical. Apolo, un Apolo de ébano con bigote viril y abdominales de acero, danzaba por el cuadrilátero con la ligereza del aire, convirtiendo sus puños en arietes huracanados: impactos de calculada brutalidad sobre un rostro congestionado por la sorpresa .."Dios mío, ¿cómo es posible boxear así?"..un estupefacto Rocky Balboa no daba crédito al exuberante despliegue de recursos pugilísticos del campeón del mundo de los pesos pesados. Uno, dos derechazos, un gancho, dos más encadenados, otro gancho...mientras esquiva con agilidad felina los torpes contrataques del bruto del barrio, al que en aras de la propaganda mediática en favor del campeón, se le permite medirse. Un golpe de fortuna.
A esas alturas, ya todo el mundo le daba por vencido y le vestían con la pelliza del carnero degollado. Simplemente nadie podía creer que el bruto del barrio pudiera ni siquiera resistir un asalto más.
Pero se equivocaron
Nos equivocamos todos con él
Cuando ya nadie daba un duro por él, por Silvester Stallone, cuando era imposible pensar que pudiera alargar aún más sus dos sagas más famosas, Rocky y Rambo, cuando la industria cinematográfica ya le tenía arrinconado en los museos y los libros de Historia del Cine, amortizado hasta la extenuación, exprimido hasta la última gota y sin ni siquiera esperar de él el milagro de una resurrección postrera, un canto de cisne reservado a los mejores actores que se hacen irreversiblemente viejos, pero interesantes y más profundos ( Paul Newman, Henry Fonda, Gregory Peck, Gene Hackman, James Cagney...muy pronto Denzel Washington)..., cuando nadie creía ya en un actor inexpresivo -dicen- y sin recursos....¡ahh, el bruto del barrio se revuelve inesperadamente y comienza a golpear con rabia, con ímpetu salvaje, con esa fuerza indomesticable y desatada de la naturaleza que se libera nuclearmente cuando procede de la fuerza de voluntad y el instinto de supervivencia!
Y Apolo, el elegante y engreído campeón, y la industria cinematográfica todopoderosa, un sicario inmisericorde con a quienes clava la estaca vampírica del olvido, siente en sus riñones el poderoso puñetazo de un superviviente, del bruto que se crió en un barrio...Para pasmo y asombro de todos..lo consigue, .. lo consigue una vez más: hinca de rodillas al campeón del mundo de los pesos pesados, vuelve a reventar las taquillas cuando nadie daba un duro ya por él.
Organizando a mis chicos. No es mi barriga. Es un cinturón camuflado de explosivos
Más o menos les estaba explicando qué pubs de Laredo y Santander tendrían que proteger durante la despedida de soltero de Jon. Son los únicos vigilantes de seguridad de pubs nocturnos que se han atrevido a trabajar mientras dure la despedida del Grupo Salvaje.
Oh, no. No voy a convertir a Silvester Stallone en el mejor actor de todos los tiempos porque se me vaya la olla dorándole la píldora. Sólo quiero dejar testimonio de una virtud que siempre ha conservado, que es la de no darse nunca por vencido. Ni con su carrera ni en su vida real.
Ahí le tenéis otra vez, triunfando con la segunda entrega de lo que promete ser una nueva saga que funcionará hasta que nos volvamos a cansar del prototipo.
La película Los Mercenarios no es buena, ni figurará en ninguna relación destacada de películas inolvidables. Pero a mí me gustó porque ví de nuevo al fracasado bruto del barrio redimido por su afán de superación, esta vez con botox a raudales. Es más cómica que otra cosa y por tercera vez en mi vida los " chíss.., chísss..." me obligaron a salirme de la sala, atacado de la risa cuando y cómo hizo su aparición estelar el inefable Chuck Norris. Inenarrable. Mejor verlo. Lo mejor de la peli es cómo se autoparodian.
Apolo recibe el primer puñetazo seco en la riñoná. Se dobla sobre sí mismo. Levanta la cabeza y cuando consigue detener el aluvión de golpes silvestres del bruto del barrio, le mira a los ojos.......E inmediatamente cesan sus teatrales burlas ridiculizantes. Mientras recupera el resuello su mente comienza a procesar una información que devasta sus esquemas: está enfrentándose , no a un gañán inexperto y tan tonto como para aceptar un pintoresco e imposible desafío, sino contra una voluntad de hierro con genes que tienen grabado a fuego la bandera que convierte a los adversarios en temibles: un grito de guerra contra el que nadie ha podido. Leédlo bien en sus ojos como hizo Apolo, y entended bien su mensaje. No es otro que el que más sirve para todo:
El que resiste, gana