miércoles, 26 de mayo de 2010

CIENTO OCHENTA Y SEIS ESCALONES


Ciento ochenta y seis escalones. Tenían que subir ciento ochenta y seis escalones cargados en una mochila de madera con un bloque de piedra que pesaba unos cuarenta kilos. El peso corporal de cada preso no superaba los cuarenta o cincuenta kilos. ¿Destino final de esas enormes piedras de granito? Sirvieron para pavimentar la ciudad austriaca de Linz, lugar donde se crió Hitler.

El comandante del campo de concetración, Franz Ziereis, gustaba de asistir a ese espectáculo cruel en compañía de su enorme perro dogo. Los presos esclavizados no sólo temían que sus fuerzas les abandonaran definitivamente durante la mortal ascensión, sino que a su extrema debilidad se sumaba el pasatiempo favorito de ¿un ser humano? uniformado e investido del poder de Dios, poder de vida y muerte: de vez en cuando, y para animar la fiesta, el comandante Ziereis azuzaba a su dogo arrojándole una pelotita escaleras abajo, con su mole animal empujaba a los presos que perdían el equilibrio y caían rodando por la escalera de la muerte en compañía de otros presos que no podían evitar la avalancha de perro, hombres y bloques de granito entre las risotadas de los guardias que celebraban así el macabro sentido del humor de su comandante.

Todos los testimonios de los supervivientes de Mauthausen convienen en destacar a los numerosos españoles allí ingresados como auténticos héroes que no desfallecieron ante la maquinaria del terror nazi. Esos republicanos exiliados y por azar aciago del destino recluidos en ese campo de concentración se organizaron desde el principio y constituyeron una fuerza de choque para resistir mejor la adversidad, la hambruna, los castigos físicos y fueron de primordial ayuda para presos de otras nacionalidades huérfanos de solidaridad humana. Quién lo iba a decir, esos republicanos que pagaron tan caro su individualismo y falta de disciplina frente a los franquistas, convertidos en un modelo de organización en el peor de los sitios.

Con catorce años, cuando trabajaba en una fábrica de pastelería, bollería y panadería, me fascinó saber que el padre de mi admirado y querido encargado estuvo preso en un campo de concentración. Fue lo único que pude sonsacar al sr. Antonio. No le gustaba hablar del pasado de su padre. Siempre he gozado de la simpatía protectora de mis inmediatos superiores. No sé bien por qué. He debido desprender siempre un halo de vulnerable huérfano dickensiano al estilo de Oliver Twist.

El caso es que siempre contaba conmigo para amenizar el escaso tiempo libre del que disponía ( me llevaba de camping, me invitaba a jugar al frontón valenciano) y muchas veces le correspondía ayudándole con faenas extralaborales. Un buen día me pidió ayuda para trasladar un frigorífico. Nos fuimos a su pueblo natal, el castellonense pueblo de Segorbe. Y por fin conocí a su padre. Me conmocionó estar frente a un héroe republicano que sobrevivió a los horrores de un campo de concentración. En un poyete de piedra a la entrada de su casona tomaba el sol plácidamente junto a….un perro dogo. Eso no era un perro, era un caballo. La verdad es que imponía y aunque estaba sentado sobre sus patas traseras casi me llegaba al pecho. Su saludo al verme fue

- “pots tocar-lo, no tinguis por. Pots tocar-lo, no tinguis por..” ( “puedes acariciarlo, no tengas miedo”), y lo repitió una vez más, y una cuarta…, hasta que d. Antonio me cogió del hombro y me hizo pasar al interior para cargar el frigorífico.

- “padre tiene la cabeza ida, no te preocupes. El perro no hace nada. Sólo le gustan esta clase de perros. Este es el segundo que tiene ya”
D. Antonio se despidió de su madre cariñosamente con un beso, y a su padre le posó la mano sobre su hombro con un “ hasta luego, padre. No dé guerra a madre”. Su padre tuvo tiempo una vez más de repetirme “ pots tocar-lo….”

El viaje de regreso a Valencia se vio envuelto en un extraño mutismo que no alcanzaba a comprender, y eso que ya de por sí mi encargado era lacónico por naturaleza.

Pasaron los años. Me despedí de esa empresa. Me casé. Tuve hijos. Me fui de Valencia. Comenzó mi diáspora particular. Pasaron más años, d. Antonio se jubiló. De vez en cuando le llamaba por teléfono y siempre nos alegrábamos de conversar un poco y no perder el contacto. En cierta manera, fue un segundo padre para mí.

De entre los muchos libros que fueron cayendo en mis manos, por pura casualidad, me dio por leer un libro titulado “90009”, escrito por un preso de Mauthausen llamado Antonio Muñoz Zamora. Ese era el número que tenía tatuado en el brazo. Un testimonio escalofriante de un republicano almeriense de su paso por la cámara de los horrores.

La lectura de ese libro me impresionó. Y mucho más que me iba a estremecer hasta arrancarme algunas de las lágrimas más amargas que he podido derramar en mi vida. En uno de los capítulos finales, Antonio Muñoz Zamora relata que cuando los guardianes alemanes abandonaron el campo de concentración ante la inminente llegada de los libertadores aliados, se produjo una venganza contra los kapos del campo ( los kapos eran presos-capataces que colaboraban en el maltrato de sus compañeros a cambio de un régimen de vida más generoso. Así los soldados alemanes no tenían que ensuciarse las manos) Ahorcaron a unos cuantos y de la horca tampoco se libró el perro dogo entrenado por su dueño para mortificar a los prisioneros. El perro no fue parte de las apresuradas maletas del comandante y lo dejó abandonado a su suerte. Según relata el libro, el encargado de cuidar, limpiar, despiojar y alimentar y pasear al dogo era un español llamado Antonio B. ( omito el apellido), un preso español natural de Segorbe. Después de ahorcar al perro, fueron en busca de su cuidador para hacerle correr la misma suerte. Después de inspeccionar el campo, se lo encontraron abrazado al colgado cadáver del dogo llorando con todo el desconsuelo con el que se puede llorar. El grupo justiciero de españoles se compadeció de él y renunciaron a su venganza.

Entonces, lo entendí todo. Dejé pasar unos días y volví a telefonear a mi antiguo encargado. Como de pasada, en medio del intercambio banal de noticias, le pregunté si su padre ( ya fallecido en un geriátrico para ancianos con problemas psiquiátricos) había estado internado en Mauthausen. Se hizo un silencio telefónico, los famosos silencios enervantes del sr. Antonio. Pero tras unos instantes, me contestó que sí, que había estado en concreto en ese campo de concentración. Ni por su parte ni por la mía nos extendimos más sobre este asunto y proseguimos dándonos las novedades familiares.

Aquel día no conocí a un héroe republicano superviviente de un campo de concentración alemán. Aqué día conocí a una patética víctima más del horror y estoy seguro de que si sus compañeros hubieran culminado su venganza, él les hubiera estado eternamente agradecido.

El único vínculo sentimental que ese hombre mantenía con la humanidad, la última estación a la que se aferraba para no volverse completamente loco, era el amor que llegó a sentir por un perro.

Ya ni al padre ni al hijo les importará que haya contado este episodio arrancado de los millones de historias engendradass por la amarga experiencia de una tremenda Guerra Mundial. Donde estén , en el cielo, en la nada, en el limbo o dónde sea, mi comprensión para ese hombre confrontado al horror y apegado al cariño de un animal, y mi admiración y cariño indiscutibles hacia el hombre más honrado y trabajador que he conocido en mi vida, mi inolvidable encargado el sr. Antonio. Me hubiera gustado decirle que si la culpa de su padre fue exclusivamente cuidar de ese animal ningún sentimiento de vergüenza debería haber sentido nunca.

Donde estén digo ( en el cielo, en la nada, en el limbo….)…., se me ha pasado mencionar al infierno porque creo que el infierno puede muy bien arder con la yesca de la maldad humana en el breve espacio de ciento ochenta y seis escalones.


Todavía vive en mi memoria su amedrantada , débil y autista voz: “pots tocar-lo, no tinguis por..”


No tengas miedo

Foto sacada por el fotógrafo catalán Francisco Boix el día en que los americanos liberaron el campo de Mauthausen. El preso que mira a la cámara es el autor del libro, Antonio Muñoz Zamora. Francisco Boix era el encargado de los reportajes fotográficos del campo, y tuvo el acierto de esconder una copia de los negativos. Fue el único español que testificó en el Juicio de Nuremberg y gracias a él se pudo juzgar a un buen puñado de oficiales nazis que negaron en Nuremberg tener conocimiento de la existencia de los campos de concentración.

15 comentarios:

  1. Buenos días....bonita y curiosa historia que yo desconocía.
    Un besito cariñín.

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  2. Que decir... una historia de verdad conmovedora.
    La dimension no mencionada por ahi (infierno), está limitada a la capacidad del ser humano de convertirse en bestia... y su capacidad ilimitada de evolucion y avance se empaña ante esta verdad.

    Un gran abrazo....

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  3. Me has puesto los pelos como escarpias.Los seres humanos capaces de lo peor y de lo mejor...Hemos de aprender del pasado y avanzar hacia otra realidad donde el máximo valor sea el ser humano,por eso es bueno recordar.Sin ira :)Besos***

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  4. Joder.
    Me he quedado helado.
    Sobrecogido.
    Conmocionado.
    Gracias por compartir este trozo de tu vida y de la de ellos.

    Saludos

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  5. Cruda historia,
    llena de dolor y ternura.
    Una mezcla de sensaciones me ha recorrido el cuerpo al leerte.
    Infiernos vividos por gente a la que no le quedó otro remedio...
    Pesadillas eternas,
    temores,lamentos.
    Bestias sin conciencia
    matando en silencio....

    Como ha dicho DaliaNegra:
    Aprendamos del pasado y avancemos
    sin ira.
    Un abrazo enorme,Luis.

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  6. Bocados de realidad
    No me da miedo lo ya pasado.
    Me da miedo la incapacidad de la humanidad para aprender de sus errores.

    Hace un par de semanas me comentaba un amigo lo que sentía en una visita a Auschwitz. Cómo era humanamente imposible salir de allí incólume, cómo secabas las lágrimas en los jirones de tu alma; cómo el tiempo allí se había detenido para transportarte a un pozo de sufrimiento, mayor aún si cabe por el hecho de ser causado por el hombre al hombre.

    El alma dilata sus pupilas de empatía y se ennegrece bajando por las paredes de la bajeza humana, y has de limpiarlas a lágrima viva, por los que allí morían; pero también por las enfermedades que acompañan al Hombre en su historia, escritas a fuego en su ADN y que tan poca chispa necesitan para prender.

    Los fantasmas de las cenizas que tan copiosamente allí caían se clavan en tu piel llenándola de escarcha, y tras salir necesitas un rato al sol para recuperar el calor de tu sangre.

    Lo siento, pero yo no quiero ir a visitar un sitio así, de igual manera que jamás he leído a quien plasmó la realidad de lo allí acaecido, porque no me veo con fuerzas para bucear en sus historias.

    Quién somos, para juzgar a una persona por sus actos. Quién nos da la sabiduría para discernir sus motivos, sus miedos, y sobre todo, qué hubiésemos hecho nosotros en sus circunstancias. No, no quiero ser yo jurado de nadie, ni aún de los asesinos más despiadados, pues mi condena siempre sería la máxima: abrirles los ojos del alma para alcanzar la comprensión de todo daño y dolor causado. No creo que exista mejor juicio que el que tu mismo te haces desde el fondo del alma.

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  7. Realmente cuando leo estas historias me quedo sin palabras, porque las palabras no existen para poder expresar lo que mi corazón siente!
    Fue una epoca (la epoca) creo yo mas terrible de la historia.
    Aunque para mi desgracia te cuento que no hace mucho tiempo me enteré que en nuestro País y durante la epoca del General Perón se habian refugiado muchos de "estos" especimenes de la crueldad.

    Me averguenza eso, pero bueno, hay cosas que las personas comunes no podemos manejar!
    Te abrazo fuerte!

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  8. tremenda historia iluso compartirla seguro te ha servido de catarsis
    a mi por cierto me siguen removiendo las entrañas historias como esta que nos muestran una realidad de la que no estamos tan lejos
    un abrazo amigo

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  9. Ciento 86 escalones, buen título. Deja este post un par de días por lo menos, Iluso. ( para que me de tiempo a leerlo entero, y tal )
    Como dice CARPE-DIEM y como dice DaliaNegra:
    Aprendamos del pasado y avancemos
    sin ira.
    Un abrazo, luisito.

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  10. conocia la historia del fotogrqafo Boix y que gracias a él se pudieron juzgar a algunos de esos criminales.
    lo que me cuentas del cuidador del dogo es una historia entre las cientos de miles, llegaron a ser millones, de personas tocadas y hundidas por la crueldad, egoismo y locura de unos poquitos, aqui tambien se deberia hacer justicia con los nuestros, como han hecho en otros paises o por lo menos lo han intentado y lo han aceptado sus habitantes, seria sintoma de salud democratica ( cosa de la que carecemos en españa)
    esperemos que deje este pais nuestro tirar hacia adelante a esos jueces que quieren poner las cosas en su lugar, ojala pudieramos llegar a ver algun dia a todos los españoles clamando que se llegue a aceptar y a hacer publicas las injusticias vividas en tiempos de guerra y pedirnos perdon unos a los otros. Ojala!
    me hagustado tu texto, mucho

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  11. plas plas plas!!!
    Prometo leer ese libro , aun sabiendo que me va a doler . Desde hace unos meses estoy inmerso en la 2ª Guerra Mundial , me estoy apasionando por el tema . Documentales , libros , etc... Un mando de las SS dijo: "Llego un momento en que eran muchos los prisioneros judios , y claro , algo había que hacer con ellos , ya que había falta de espacio para todos." Dan ganas de inventar una máquina del tiempo e ir a meterle algo gordo por el culo a este mamón.
    Un abrazo chavalote!

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  12. you talkin´ to me?jueves, 27 mayo, 2010

    Me ha emocionado mucho tu relato, Luis.
    Luego pensé que era una historia difícil de contar y tú lo has hecho magistramente.
    Linz es también la sinfonía de Mozart que prefiero. No sé. Supongo que todo tendrá mucho sentido para Dios.

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  13. Opino que sí...que hemos de ser humanos...bondad, reciprocidad y mejorarnos sólo compitiendo con nosotros mismos...para ser mejor persona y aprender a tratar bien a los demás...mucho por aprender tenemos...pero si somos buenos de corazón creo
    que no es tan difícil... quizá reconciliación sea una palabra clave y otra para mi: rechazar lo que me quiere "utilizar" para sus oscuros fines...que así empiezan todos los líos...claro que uno también debe ver en si sus "cosicas" a mejorar :))
    me estoy volviendo de pueblo...voy en burra :))
    vaya usté con dios Luis ! (saludo en vías de extinción..)

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  14. Muchas gracias por vuestros jugosos comentarios.

    Me siento muy a gusto con vosotros y comparto vuestra sensibilidad. Me alegra mucho que hayáis captado lo que he intentado transmitir.

    Un abrazo muy fuerte.

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  15. Impresionante. Lástima que se hayan silenciado tantas historias como esta. Y lo peor es que se siguen silenciando, a pesar de la "maravillosa" y "democrática" libertad que disfrutamos.
    ¡Y hay quien todavía defiende que "hay que olvidar"! Jamás hay que olvidar (sin rencor ni odio) las lecciones de la vida. ¿Cómo si no se podrá evitar volver a tropezar con las mismas piedras?

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