domingo, 30 de agosto de 2009

EL BAR DE LOS PENSAMIENTOS

Mi primera clienta me turbó "Díme a qué hora sales y te enseño mi mejor tatuaje"

Ilus Bharmann alineaba con mimo las botellas. Eran unas botellas especiales, recipientes únicos con contenidos y sabores inéditos. Le sorprendió la gran cantidad de marcas y sabores que era capaz de producir la silenciosa bodega de los pensamientos. Llevado por su meticulosa naturaleza zodiacal , se afanó en una clasificación imposible.

Quiso dejar una balda para esos pensamientos líquidos, espiritosos y burbujeantes, que al probarlos te dejan la lengua como dejan los cascos de los caballos un sendero arenoso. Esos pensamientos que, por incluirlos en alguna categoría familiar, pertenecen a la promesas de felicidad y saben a convite de boda.

Las botellas de graduación alcohólica elevada, reservadas para pensamientos trascendentes, ocuparían una bien visible balda superior a tiro de ojo de halcón para los clientes adictos a los sabores ásperos y fuertes. Sería necesario servirse de una pequeña tarima con varios peldaños para salvar la diferencia de altura existente entre esa hilera de exclusivas botellas y la modesta mediocridad intelectual de Ilus Bharman. Ante la mirada nadie sabe si indulgente o despreciativa de un cliente realmente entendido, Ilus sabía que era cuestión de estadística y Ley de Murphy que sufriera algún trompicón o mareo al subirse a una altura que no era la suya, y que en compañía de la botella intelectual rodaran por el suelo, hechos añicos los dos, con todos sus líquidos pensantes derramados, discurriendo sin solución hacia donde desembocan todos los vertidos fatuos : unas alcantarillas donde pedantes roedores siempre aguardan el festín de los escombros culturetas.

También tuvo claro que a mano y bien a mano debería colocar los refrescos, esas botellas rellenas de pensamientos gráciles, amables, divertidos, zumos y frutas tropicales que quitaran la sed de compañía y ahuyentaran la sombra del aburrimiento. Como conocía la importancia de una degustación que provoca la exhalación agradecida de un ¡aahhh..! de placer, se prometió a sí mismo hacer acopio de esas existencias, almacenar cantidades suficientes de pensamientos envasados en las estilizados cascos del buen humor , la frescura y la espontaneidad.

Y en el mostrador central, ocupando un lugar de honor, en una vitrina pomposamente acristalada , adornada de arabescos y filigranas y embutidos en maderas nobles, las grandes reservas en cuyo interior reposan los genuinos caldos fermentados en las barricas del Tiempo y el Azar: esos pensamientos líquidos que han tenido que pasar por la destilería del amor y la amistad para alcanzar el necesario grado de pureza y que todo buen catador sabría apreciar al trasluz con una simple ojeada y con apenas escanciarse algunas gotas en los labios. Sustancia mágica fuera del alcance del bolsillo de los jeques árabes porque su precio, para quien quisiera beber de ese oro, se paga con su misma moneda.

Sin embargo, cuando Ilus Bharmann estaba casi a punto de culminar su metódica organización botellil, en sus manos cayó una botella exótica. Tenía un color extraño nunca visto y una etiqueta en blanco. Carecía de la más mínima referencia sobre su sabor, sus propiedades y su lugar de fabricación. Una pequeña luz de alarma se encendió y a punto estuvo de desecharla sin más.

“ El pensamiento que contiene esta extraña botella es sospechoso. A ver si se trata de un líquido caducado o, puestos a ser hipocondríacos, ¿será una pócima envenenada.?”

Pero como no podía esquivar su potente y patológica curiosidad por todo, y fiel al principio de siempre arriesgarse, arriesgarse siempre, ante una apariencia de sorpresa agradable, optó valientemente por probar a qué sabía ese misterioso contenido pensante, emulando a esos esclavos nubios al servicio del paranoico emperador romano de turno.

Con cautela.., primero un ligero sorbo. Sorprendido, se trasegó un segundo buche más generoso, y poco después, ya fuera de control y como rocíado por una fragancia de Jean Baptiste Grenouille, apuró el resto de un trago ansioso y febril.

¡Era el néctar que buscaba, el lúcido pensamiento que se le resistía, la intoxicación etílica-mental con la que siempre había soñado!

Desde ese momento, supo que era inútil compartimentar los pensamientos, que los pensamientos auténticos son reacios al rigor del orden y el concierto, que su carta de naturaleza consiste en ser rebeldes, anárquicos, temerarios, indisciplinados, sin memoria, sin fronteras, provocativos, con gula de originalidad y deseos de novedad, con predilección por las juguetonas y traviesas sonrisas y también con tendencias suicidas y el gusto por bailes autodestructivos ; y… por encima de todo, con una apasionada e impúdica necesidad de hallar compañeros de viaje.

El desbarajuste consiguiente estaba cantado. Ilus Bharmann entremezcló todas las botellas las unas con las otras como baraja de naipes. Al fin y al cabo, los mejores pensamientos no son los más profundos, sino lo que están más cerca de ti. Que los más audaces son los que no temen enfrentarse a los sentimientos, y que los más sabios son los que saben clavar la rodilla en señal de rendición ante la invencibilidad o la imbecilidad de un sentimiento poderoso. El pensamiento sabe que un soldado cobarde que se retira siempre es alguien que puede luchar al día siguiente cuando pierde el temor a su enemigo.

Este bar va a ser original porque el cliente nunca sabrá qué botella se abrirá y de qué se le llenará el vaso.

Pero si vuelve…, si vuelve supongo que será porque le ha gustado.